domingo, 4 de mayo de 2014

El fútbol y la sociedad, tal para cual

Las sociedades tienden a reflejar a pleno sus valores y desvalores en las acciones cotidianas, en eso de todos los días. La violencia existente, las ideas dominantes, los prejuicios, la felicidad, la tristeza, el materialismo, todo ello toma forma en nuestros comportamientos diarios, de la forma más evidente posible.
Una sociedad organizada y madura, respetuosa y desprejuiciada, con un gobierno acorde, es capaz de debatir temas tabúes y con la altura necesaria (altura no implica soberbia). Uruguay es capaz de reglamentar el consumo de Cannabis sin ningún tipo de inconvenientes morales, por ejemplo.
¿A que llamo cotidianeidades? A los hechos diarios que marcan agenda y ritmo de vida en las masas, como los eventos políticos, mediáticos, policiales, deportivos, de entretenimiento.
El fútbol, por ejemplo, es un infalible termómetro y espejo social. No hablamos simplemente del juego, sino de lo que lo rodea. Hablamos de las manifestaciones que produce, el lugar en los medios, el comportamiento del público, el engranaje detrás del show, las políticas de estado que lo cubren. ¿Viste? La pelota es lo que menos importa algunas veces. Tomemos por ejemplo a nuestro país, para que ir tan lejos si podemos contextualizar con lo nuestro…

Argentina tiene actualmente 42 equipos en sus dos primeras categorías, de los cuáles en la Primera División, 14 de 20 equipos pertenecen a la Provincia de Buenos Aires (tomando Provincia y Ciudad Autónoma), un 70 por ciento. 


En el “Nacional B”, 11 de los 22 equipos participantes pertenecen a Buenos Aires (tomando Provincia y Ciudad Autónoma), la mitad. 
Estamos hablando de una clarísima preponderancia de equipos que pertenecen a la provincia de Buenos Aires, que a su vez es la más poblada (15.625.084 de habitantes, según datos del 2010 y sin contar la Ciudad Autónoma), la mayor en superficie (307.571 kilómetros cuadrados, sin contar C.A.B.A.), y la que mayor porcentaje de Coparticipación Federal recibe, con un excluyente 21.3% (imagine que segundo se encuentra Santa Fe, con el casi 9 por ciento). Estas pocas pero claras estadísticas básicas nos permiten conformar una idea de qué parte del país predomina tanto en fútbol como en la vida diaria. Primer paralelismo fútbol-cotidianeidad: Buenos Aires tiene grandísimas diferencias con todas las demás provincias. En fútbol, en repartición económica, en la diaria.

Políticas de Estado. En este sentido podemos tomar muchos proyectos que vaya uno a saber si se cumplen o no, dicen (las propagandas políticas) que existen. Hablo de refacción, ayuda económica, esponsoreo a clubes pequeños de cada localidad, etcétera. En este caso prefiero centrarme en uno de los estandartes del Kirchnerismo, que es el Fútbol Para Todos. El programa impulsado por Néstor tuvo en principio (actualmente, ¿tiene?) como propósito apropiarse de las transmisiones de los partidos de fútbol de primera, sacarle la enorme torta de dinero que ganaban los canales codificados y servicios de televisión por cable, para capitalizar éstas ganancias a favor del Estado, y manejar su difusión, además de otorgar una importante repartición lo más proporcional y equitativamente posible a los clubes participantes. 

Según conseguí datos del 2013, el fútbol se reparte en tres grandes grupos de equipos:


En Argentina, la división se realiza por la televisión y la AFA (Asociación del Fútbol Argentino), de acuerdo con el número de hinchas, número de transmisiones y de la audiencia de televisión. En total los $ 415 millones se repartirán así:

Grupo I:
 11 millones de dolares (30,6 millones de pesos): River Plate y Boca Juniors.


Grupo II:
 8 millones de dolares (23,1 millones de pesos): Independiente (aún en Primera), Racing, San Lorenzo y Vélez Sarsfield.

Grupo III:
5 millones de dólares (16,9 millones de pesos): todos los demás clubes de primera división.

Fuente: Futebol Finance; AFA. 

Estamos hablando de diferencias abismales entre los preferidos por el que reparte y los gatos locos del Interior. Ejemplos prácticos: Independiente, con una deuda multimillonaria en dólares, campañas sumamente pobres y al borde del descenso que efectivamente se concretó ese mismo año, y con todos los problemas institucionales y contractuales que tuvo (con exjugadores y exentrenadores, a los que les debe incluso hasta hoy), cobraba una porción de 23 millones de pesos argentinos.
En las antípodas, clubes como Belgrano de Córdoba o Godoy Cruz de Mendoza, cuyas presidencias son frecuentemente resaltadas por su eficiencia, sus “pies sobre la tierra”, grandes campañas con poco presupuesto y todas las cuentas al día, recibieron la suma de menos de 17 millones de pesos argentinos.
Claramente, la política de Estado sigue favoreciendo al poderoso, ya no desde las canchas, o desde la gestión eficiente y cuentas claras, sino desde el otro lado de los escritorios, desde el poder monárquico del fútbol, que también se refleja en la realidad cotidiana. Segundo paralelismo Fútbol-Cotidianeidad.


La violencia del fútbol es un tema que resurge cada vez que casos de nuevos mártires son tomados por los medios. El tema ronda una semana, con suerte, en los medios masivos, y rápidamente se disipa viéndose opacado por los resultados de la semana siguiente. El debate dura lo que dura la noticia. Y los muertos van, y van.
“La violencia” generaliza tanto los episodios de asesinatos en plena cancha, como los que tienen que ver con el manejo de capitales en el fútbol, las manifestaciones de intolerancia, todo, metamos todo en la bolsa.
Los barra bravas, detestables sujetos que no tienen más que desamor por “sus” colores, son resaltados por la sociedad en general como “los que le dan la pasión a los estadios”. Mentiras. Éstos delincuentes, mafiosos, son un enjambre de maleducados e inadaptados sociales que son incomparables hasta con los hombres de las cavernas, quienes seguramente tendrían más pensamiento crítico y sentido común que éstos bárbaros. 
El barra brava tiene como sustento la acción de ir a las canchas a sembrar el miedo, a manejar grupos de gente, a orquestar la popular, a cobrar estacionamientos por medio de súbditos, a manejar el mercado de drogas, armas, y muchos casos carnets de socios y entradas, dentro del estadio… en fin, es el que maneja los hilos de un entramado sumamente poderoso y fuerte, que está bancado por los de arriba. El presidente de turno del club X, es un muñeco más de las ambiciones, contactos y poder de los verdaderos poderosos. Muchos cobran sueldos y son conocidos en A.F.A., otros en el Congreso, otros en gobiernos provinciales, y otros, en la Casa Rosada. Fíjense quién es el presidente del Club Quilmes de la Provincia de Buenos Aires.
El poder, la mafia, la violencia. Está en la política, en la vida cotidiana, y… otra vez, en el fútbol. Tercer punto de paralelismo.


Sigamos con la violencia, ya no tanto en el ámbito del poder, sino en la manifestación popular. Un “boliviano”, no es aquel nacido en Bolivia, cuya capital es La Paz, sino un “insulto” propinado por un hincha de Talleres o Instituto a un hincha de Belgrano, o de un hincha de River a uno de Boca, por dar un ejemplo. ¿Nunca nos hemos preguntado por que utilizamos un simple gentilicio de un país vecino como insulto? ¿Por qué no utilizan gentilicios como “francés”, “italiano”, “inglés”, y sin embargo utilizan los términos “boliviano”, “peruano, “mexicano”?

El que utiliza un adjetivo gentilicio como insulto, es un xenófobo e ignorante, pero también lo es en cierta medida quién lo toma como insulto. ¿Qué tiene de malo ser “boliviano”? ¿Se pusieron a pensar que siente un boliviano cuando utilizan su país como insulto?
La costumbre de culpar al extranjero es tan antigua como la humanidad, y lastimosamente no parece aflojar en esta supuesta “modernidad”. La xenofobia es uno de los peores males de la sociedad y demuestra la intolerancia, el odio, la enfermiza sensación de que el otro es el mal. Muchos líderes utilizaron éstas excusas para propagar sus propias falencias internas, culpando al de afuera, sin modificar el sistema de su país. “Los inmigrantes nos quitan el trabajo”, una de las mentiras más grandes del mundo. Jamás fue así. En nuestro país, ésta lastimosa costumbre de xenofobia socialmente aceptada y sistemática tomó fuerzas en la última dictadura y durante épocas de hiperinflación, en el que los gobiernos adoptaron la postura de culpar explícitamente al extranjero de todos los males que acechaban las economías nacionales. Lo hizo Videla, lo hizo Menem, lo hizo Hitler, lo hizo Mussolini, lo hizo Bush, lo sigue Obama, y lo seguirán muchísimos más, por que la xenofobia es contagiosa y poderosa.
En la vida cotidiana, los niños en las escuelas critican y se ríen del distinto. ¿Cómo esperar que no lo hagan en todos los ámbitos de su vida? El fútbol, toma lugar otra vez, en el cuarto paralelismo con la cotidianeidad: Xenofobia.

Podemos continuar, y podría estar hasta el fin de los tiempos escribiendo y argumentando que el fútbol y los valores o desvalores de la sociedad se ven interconectados, pero cada uno sabrá si le quedo clara mi postura o no. Dense el beneficio de criticar lo establecido, incluso éste inocente discurso.
"El fútbol es popular porque la estupidez es popular" dijo alguna vez Jorge Luis Borges. Me permito humildemente contradecir al escritor. El fútbol no es una estupidez, es una manifestación popular. El fútbol y lo que rodea al deporte es un espejo de la sociedad.




Nicolás Martín Leoni

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