jueves, 17 de marzo de 2016

Brasil, inestable y caprichosa



Teniendo en cuenta que mis consideraciones se dan desde la recepción y análisis de información que nos llega por medios de comunicación de diversa índole, y sin tener la posibilidad de estar en el lugar de los hechos y realizar una profunda investigación y valoración, propongo compartir algunos datos y opiniones referidas a la situación política y social de Brasil en estos momentos, con su permiso:
En 2013 nos llegaron noticias de levantamientos populares en contra de las gestiones del Partido de los Trabajadores (Lula y Dilma) en Brasil. Esas protestas, tenían reclamos referidos a la suba de las tarifas de transporte público, pero a medida que tomaron notoriedad, ganaron otras reivindicaciones, como mayores inversiones en la salud y la educación pública, y críticas a los elevados gastos del Gobierno para organizar eventos como el Mundial de fútbol de 2014 y los Juegos Olímpicos de este año. (1)(2) Se podría inferir que Brasil era una potencia en vías de desarrollo con infraestructura de tercer mundo, utilizando los términos que tanto detesto pero que permiten aclarar la imagen a la que quiero llegar. Un país con una enorme capacidad productiva, población y necesidades, que no cuenta con el nivel requerido para un correcto y eficaz funcionamiento de servicios públicos y necesaria infraestructura.
Una década antes, Brasil había elegido mediante voto popular a un activista antiguamente tornero, que creó el Partido de los Trabajadores: Luiz Inácio Lula da Silva. Recibió un país endeudado, luego de una nefasta década de endeudamiento y falta de inversión (los noventas argentinos fueron replicados en el país vecino). “Lula” (como le dicen cariñosamente) decidió establecer un gobierno atento a las millones de personas excluidas históricamente por el Estado, los más necesitados, balanceando su gestión entre ser un abanico para las clases bajas sin sacar el ojo del balance total entre gasto público y control de la inflación, reclamos de los sectores acreedores de deudas. (3)(9)

Copio textualmente: “Al concluir su segundo y definitivo mandato cuatrienal, un balance positivo, fausto de hecho, se imponía: en esos ocho años, Brasil había experimentado un robusto crecimiento económico acompañado de estabilidad financiera más un avance histórico en el terreno social, con millones de ciudadanos rescatados de la pobreza y aupados a las clases medias con poder adquisitivo gracias a los programas de providencia del Gobierno. (…) En su agenda pragmática confluyeron los ajustes promercado, la consolidación fiscal, las grandes actuaciones de desarrollo social y apuestas estratégicas, no exentas de polémica, como los biocombustibles y los transgénicos”. (3)
Entre 2002 y 2010 el país había ascendido de la decimotercera a la séptima posición en el ránking de las mayores economías por PIB nominal. Brasil era una nueva potencia emergente, y forma parte del BRIC (Brasil-Rusia-India-China). (3)(4)(5)(6)


Por supuesto, no todo es color de rosas: las medidas que tomó el presidente fueron duramente criticadas por los sectores sociales y empresariales más conservadores, cuyo descontento se hizo eco por los medios de comunicación del monstruo sudamericano. O Globo (el multimedio más grande de Latinoamérica), que hace pocos años reconoció sus vínculos con la dictadura militar brasileña y su connivencia con los diversos sectores golpistas (existen documentos desclasificados del gobierno estadounidense que testifican lo dicho), a la primera de cambio le marcó los puntos al gobierno popular del PT, con editoriales contrarias a las gestiones de Lula y Dilma y un constante sesgo en el análisis, que pasa de ser crítico a peligrosamente tendencioso (7), como lo que pasó ayer: se filtró una conversación privada entre la Jefa de Estado y el flamante Ministro de la Casa Civil. (8) Este proceso de ataques mediáticos se replicó en otros países de la región, como Argentina, Venezuela, Chile, Uruguay, Bolivia y Ecuador, donde se vislumbra una doble moral a la hora del análisis y la valoración sobre actos de gobierno y funcionarios públicos.


El gobierno del PT en Brasil, a pesar de lograr avances sociales moderadamente beneficiosos y mejorar la calidad de vida de la totalidad de la población, favorecer el posicionamiento político-económico de Brasil y generar un camino de estabilidad financiera, vio matizadas sus acciones con numerosas causas de corrupción, de las cuales es sin dudas el Caso Petrobras el que hace tambalear las bases del relato petista (referido al Partido de los Trabajadores, por sus siglas). (10) En general, la Justicia está develando un complejo entramado de relaciones de coimas y favores entre contratistas, inversores, financieras  y políticos, en donde suenan las mismísimas figuras de Dilma Rousseff y Lula Da Silva. (11)


El desgaste propio de un gobierno de 15 años, los casos de corrupción, el fogueo mediático y la incipiente insatisfacción de los sectores de derecha (desde moderados hasta extremistas) generan que en este momento estemos hablando de una crisis política grave en el país limítrofe. Se suman a estas variables, el hecho de que el precio de commodities y petróleo se encuentran en baja, y por lo tanto, impactan negativamente en el crecimiento y estabilidad de la economía nacional, por lo que el gobierno de Dilma desde hace unos dos años aproximadamente decidió ir en contra de los hechos de Lula y llevar adelante un plan de ajuste que implicó recortes salariales, despidos, recorte de subsidios y una serie de medidas antipopulares que golpearon a los sectores excluidos, que estaban vagando entre la clase baja y la clase media, y volvieron a deteriorar su histórica situación por dicho accionar gubernamental. (12)(13)  Desde el PT gobernante, asumieron que el ajuste fue llevado adelante no solo por bajo crecimiento, desequilibrio externo, amenaza inflacionaria y deterioro de la situación fiscal, sino también por la fuertísima presión de los sectores neoliberales que amenazaban contra la gobernabilidad del primer mandato de Dilma, y cuyas denuncias hoy exigen el “impeachment” (juicio político) a la presidente. (14)



El Poder Judicial, que desde la teoría debe controlar a los demás poderes y entre ellos regularse mutuamente, está en una situación de confrontación directa contra el Poder Ejecutivo. La última jugada directa fue la imposición de una medida cautelar que impide que el otrora presidente Luiz Inácio Lula da Silva sea erigido Ministro de la Casa Civil (Jefe de Gabinete) (15). 
El juez que impide que Lula sea ministro, estuvo en las manifestaciones Anti-Dilma en estos días. Publicado por el mismísimo diario O Globo, como para que tomemos dimensión del nivel de crispación (22).
Me doy la licencia de hablar de “confrontación”, puesto que hay denuncias del sector oficialista por “golpe blando” (16) por parte del sector judicial, proceso similar al que denunció Cristina Fernández durante sus últimos meses de presidencia en nuestro país y que incluso, por el mismo medio que hoy impiden a Lula ser ministro, vio concluida su segunda gestión desde una decisión judicial (el fiscal Di Lello dio lugar a la cautelar de CAMBIEMOS para que CFK concluya su mandato a las 00 horas del 10 de diciembre de 2015). (17)

En medio de todo esto descrito anteriormente, están los 200 millones de brasileños que se encuentran entre la espada y la pared. Algunos, los muchos favorecidos por las políticas intervencionistas de las gestiones del PT, están en la disyuntiva de protestar por mejoras y esclarecimiento de los casos de corrupción o apoyar indefectiblemente al gobierno. Los sectores más conservadores (podríamos hacer hincapié en las poblaciones altas y medias citadinas de Rio, Sao Paulo, Brasilia, Belo Horizonte y Curitiba, entre las muchísimas otras ciudades) reclaman la dimisión urgente de la presidente y juicio político a los referentes del oficialismo, mezclando reclamos que están basados en certezas y sospechas fundadas junto a consignas extremistas como el pedido de auxilio a las fuerzas armadas brasileñas y a los Estados Unidos para realizar un golpe. (18) (19) (20) (21).
Como comunicador, periodista  y consumidor de medios de comunicación masivos, humildemente confío en que el rol de los difusores de información es clave para la generación de este tipo de juicios populares. Si en los siglos XIX y XX la lucha eran los medios de producción, hoy, en pleno siglo XXI, la lucha es también por los medios de comunicación.
El inconsciente colectivo, la formación de interpretaciones masivas y las verdades poco certificadas son fruto de la inconmensurable evidencia: los medios son formadores de opinión y en esta época de la historia pueden deponer a un gobierno o hacer llegar a cualquiera a la cima política. Generamos discordias y algunas veces la enjundia subjetiva puede partir a las sociedades en dos o más franjas enfervorizadas de cólera, como está sucediendo en nuestro país y en Brasil. El objeto del periodismo es la crítica, análisis e interpretación, pero de ninguna manera debería ser utilizado como motor de favores entre distintos sectores, y menos para un golpe.
Por lo pronto, queda seguir observando muy de cerca los acontecimientos que nos ofrece el país vecino, y seguir alegando una verdad absoluta de la que me hago responsable: NUNCA MÁS.
Que la resolución de este conflicto sea lo más constitucional y transparente posible, y evitemos la utilización de la fuerza para la toma del poder. No queremos imposiciones exteriores ni intromisiones indebidas. El pueblo quiere saber de qué se trata, siempre, pero para eso necesita de nuestra responsabilidad como comunicadores y ciudadanos comprometidos en búsqueda de la verdad.



 Enlaces externos que sirvieron para tomar un pantallazo general:
 (22) http://blogs.oglobo.globo.com/lauro-jardim/post/o-juiz-que-suspendeu-posse-de-lula-curtia-o-movimento-brasil-livre-e-o-proprio-lula-no-facebook.html