miércoles, 17 de febrero de 2016

“Laissez faire, laissez passer”

 
En los últimos meses, se habló de una conducta en particular por parte de los comerciantes, quienes ahora son tomados como los malos de la película, cuando antes, eran los que sufrían las políticas del gobierno (todo según la óptica hegemónica)… la palabra es “especulación”.
 
Veamos… La especulación es el motor del capitalismo. Es inherente a este sistema socio económico, y difícilmente exista una economía donde no existan las alteraciones de precios por especulaciones. Implica principalmente hacer futurología, se especula en la bolsa cuando suben y bajan las acciones (proceso que NADIE EN ESTE MUNDO entiende ni puede explicar, pero que llena de millones a unos pocos); se especula cuando la concesionaria aumenta el valor de sus vehículos de manera desmedida intentando lograr una ganancia mayor; o cuando el comerciante de una ciudad turística aprovecha en verano y pone todos los productos que oferta a precios altísimos, dejando sin opciones al turista. La especulación se da cuando los lobbies de supermercadistas (sí, no es un mito) se ponen de acuerdo en elevar los precios para sacar el mayor provecho de la situación. Y así se repiten, y se repiten, y se seguirán repitiendo este tipo de actos, en donde el que ofrece un producto o servicio aumentará o disminuirá el precio de venta de dicha oferta tantas veces y cómo sea necesario para lograr su cometido: obtener la mayor cantidad de ganancias por el menor esfuerzo.
 
 
Los pequeños comerciantes, los del barrio, los minoristas, los que ni si quiera están en blanco, se aguantan las puteadas de sus vecinos, que ignoran que detrás de ese kilo de cebolla hay un costo fijo del producto, el costo de traslado (en el que te cobran hasta un porcentaje por la nafta, conductor, etc), la ganancia de los intermediarios y proveedores… en fin, en todo producto que llega a un comercio luego de múltiples distribuciones, el manejo del precio es una acumulación que termina por no dejarle más remedio a ese comerciante que tener que remarcar a cada rato.
 
Cosa distinta pasa con los grandes comerciantes y distribuidores, que eligen variar sus precios (casualmente siempre para arriba) dependiendo como viene el volumen de ventas, las ganas que tienen de ganar más o muchísima más guita, el dinero circulante en la economía nacional, y una larga lista de etcéteras.
 
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 ¿Qué nos queda de resguardo a nuestro poder adquisitivo a nosotros, ciudadanos comunes? Los Estados modernos, desde hace siglos (con variantes en cada latitud), nacieron teóricamente para actuar como organización jurídica de una nación (población compuesta por individuos que comparten historia y cultura en común). El tema es que en realidad, el Estado (ponele el nombre del país que quieras) generalmente terminaba haciéndole favores a los grandes poderes económicos. Entonces, mientras nos comemos el verso de la democracia, que votamos todos, que todos tienen derechos, bla bla bla… Hay una manada de terratenientes, distribuidores, lobbys, políticos, contratistas, corredores de bolsa, aseguradoras y grandes socios de cualquiera que sea titular del Estado que se reparten la torta. Eso sí, nunca queda ni una migaja.
 
El liberalismo económico claramente demostró ser inviable en países en vías de desarrollo, tercer mundo, o como le quieran llamar. Es imposible fácticamente que países periféricos logren mantener un nivel de vida aceptable para la totalidad de su población sin un Estado presente que brinde las garantías mínimas de acceso a mejoras vitales como salud, educación, trabajo y vivienda. ¿Qué significa esto? Que si el Estado no actúa como interventor en la economía, el famoso “laissez faire, laissez passer” (dejar hacer, dejar pasar) no deja nada suelto, y consume todo el capital. Durante siglos se viene anunciando la mayor mentira de la historia del ser humano: la teoría de la copa que se derrama. Ésta, excusa que un pequeño sector de la población tenga acceso a la mayor parte de los beneficios económicos, y que solo de esa manera, el sobrante se derramará para el resto de la sociedad. Obvio, la copa es tan pero tan grande que jamás en la historia se derramó (y tampoco lo hará).
 
 
En un sistema capitalista, donde abunda la desigualdad del ingreso, el capital está altamente concentrado y las posibilidades no son las mismas para todos, la única forma de hacer medianamente viable una nación que otorgue protección y derechos a la totalidad de la población es la intervención del Estado en el mercado (lugar teórico donde se encuentra la oferta y la demanda de productos y servicios y se determinan los precios), y por supuesto, en la mayor cantidad de aspectos cotidianos de la sociedad.
 
El keynesianismo, que propone una economía de mercado (capitalista) pero con un fuerte rol interventor del Estado (que gestiona la política fiscal, el gasto o inversión pública y cada aspecto), es una idea que de base puede ser la menos utópica para lograr el objetivo: que el Estado acobije a la totalidad de su población bajo su intervención.
 
Todo esto tomando en cuenta que el socialismo requiere de distintas etapas para poder ser llamado “socialismo”, y hasta evolucionar al “comunismo”, que requiere de una completa transformación que hoy en día suena utópica prácticamente para cualquier Estado del siglo XXI (lo que no quita que sea imposible, pero no hay ejemplificación que me permita sostener ni augurar un avance hacia este sistema).
 
 
 De igual forma, el tan mentado libre mercado, el paraíso liberal donde el hombre es lobo del hombre y se deja todo librado al capricho de ese espacio inexplicable llamado mercado, que sufre de constantes variables por especulación, oferta, demanda, y tantas otras, genera una imposibilidad de hacer viable un Estado en donde las mayorías tengan acceso a vidas cada vez más igualitarias.
 
En tiempos en donde la palabra “estatal” suena muy mal, creo necesario reconocer en este análisis que lo único que puede salvarnos de la avaricia y codicia del capitalismo salvaje es la intervención estatal. Un gobierno que fije ciertos precios en ciertos productos para asegurar que la gran mayoría de su población acceda a esos productos; que controle el tipo y valor de cambio y hasta modere las cantidades de venta y compra de moneda extranjera; una legislación favorable al sector trabajador que permita una armonía entre dueño y empleados; el subsidio de ciertos servicios específicos que mejoren la calidad de vida del pueblo; la garantía de acceso universal a la salud y educación; la creación de puestos de trabajo de calidad; la inversión pública que mejore la infraestructura nacional y toda medida que imponga un balance entre todo lo explicado anteriormente, creo humildemente, son las bases para construir una sociedad más equitativa.
 
De otra manera, posiblemente nos acerquemos más a seguir esperando que las gotas caigan de la copa que jamás se derramará.

martes, 9 de febrero de 2016

Mauricio, el presidente 2.0


¿Cómo es posible que un partido sin militancia territorial en comparación a los enormes aparatos radical y peronista logre atraer tanto la atención de la clase media y de los sectores populares? Ante las medidas antipopulares tomadas en sus primer mes y medio como presidente, ¿cómo es que Mauricio Macri mantiene una imagen positiva tan alta entre sus votantes?




El 4 de diciembre de 1995, la tapa del diario Clarín, el más leído de nuestro país, reflejó un dato que pasó inadvertido para sus lectores más apurados: "Macri ganó y será presidente de Boca". El joven Mauricio era por entonces vicepresidente de la Sociedad Europea de Vehículos en Latinoamerica (SEVEL), una sociedad formada entre otros, por el Grupo Macri y FIAT Auto Argentina. Durante su vicepresidencia, se detectaron irregularidades como contrabando de autopartes al Uruguay. Fue sobreseído en un juicio con muchas dudas, a comienzos de siglo XXI y se le embargaron casi 5 millones de pesos.

 Una de las primeras medidas del flamante presidente fue aumentar la cuota social un 25%, reducir los "costos" (donde se incluyen obviamente los salarios de los empleados) y recortar el presupuesto de todas las disciplinas, exceptuando naturalmente al fútbol y al básquet, los deportes más rentables del xeneize.
Macri decidió mover piezas y eligió a un puntal de su primera gestión: contratar a Jorge Griffa, el encargado de la selección de juveniles de la cantera inagotable de La Paternal, la Asociación Atlética Argentinos Juniors. Griffa fue quién hizo hasta lo imposible para que Juan Román Riquelme pase a entrenar en el predio de Casa Amarilla, y pocos años después debutara en la Primera de Boca, en un partido inolvidable. El resto, ya lo saben. A través de este empleado, Boca adquirió los derechos de jugadores clave en su futuro próximo como Carlos Tévez.

Macri también fue quién remodeló La Bombonera, agrandando su capacidad y dotándola de la apariencia actual. En el partido debut del nuevo estadio, 5 de mayo de 1996, Gimnasia le metió el histórico 6-0 a domicilio, con tres goles de un tal Guillermo Barros Schelotto.






El debut de un gran proyecto de Mauricio Macri, como la remodelación del mítico estadio, comenzó con el pie izquierdo. Pero todo lo que siguió fue vertiginoso, y demasiado diferente: durante su presidencia, Mauricio Macri se caracterizó por un excelente trato con los medios de comunicación, por el amiguismo propio del ambiente futbolero, y lo más importante, lograr que Boca Juniors sea una marca en el mundo debido a títulos y marketing. Durante su gestión, Boca ganó 17 títulos, 11 de ellos internacionales, que lo posicionaron como el club argentino más ganador de copas internacionales.

 La vidriera de ser presidente xeneize, además de los resultados futbolísticos, impactó en su imagen en la opinión pública: Mauricio Macri se convirtió en sinónimo de éxito, y se lanzó a la carrera política con su plataforma en el mundo deportivo, que tanta legitimidad otorga en un país con tanta tradición futbolera.
Pese a ser tentado varias veces por el menemismo formal a candidatearse (ofrecimientos que sí aceptaron otros personajes públicos como Daniel Osvaldo Scioli, Palito Ortega, y demás), decidió ir por su cuenta y formar parte del Compromiso para el Cambio, un resabio del menemismo, y la UCeDé (cuna de Massa y Boudou, por ejemplo). En 2003, perdió el ballotage ante Aníbal Ibarra y Jorge Telerman, en una elección que ya presentaba la fórmula Macri - Rodríguez Larreta.


Mauricio Macri sería elegido por el voto porteño recién en 2005, como diputado, en las elecciones legislativas. Como Diputado de la Nación, representando a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, faltó a 277 sesiones (de 321).

En 2007, fue electo Jefe de Gobierno porteño, ganandolé a Daniel Filmus, por entonces Ministro de Educación, Ciencia y Tecnología de la Nación. Su coalición, Unión Pro, sentaría las bases de su independencia partidaria, como Pro.


El objetivo de rememorar todas estas cuestiones es entender quién era Mauricio Macri antes de ser Jefe de Gobierno porteño. Me voy a encargar ahora de repasar el fin del posteo: Mauricio Macri, el presidente de internet.





La estrategia comunicativa de Macri es controlada por su principal asesor propagandístico, el ecuatoriano Jaime Durán Barba, desde que se conocieron en 2003. Él es el artífice de los gestos anti protocolares y "simpáticos" del candidato: los globos, los bailes, los saltos a baches, las redes sociales. Durán Barba quería posicionar a Macri como presidente, y lo logró, luego de 12 años de trabajo arduo. 


La campaña electoral que lo convirtió en el nuevo presidente de los 40 millones de argentinos, fue solventada por un enorme equipo de casi 100 personas, y lo que parecía un desafío, terminó siendo una victoria ganada con solvencia.


El humilde análisis que me permito interpretar para usted lector consta de dos grandes puntales en la campaña de Macri, el discurso y las redes sociales. ↓



 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El discurso que todos queremos escuchar

Si algo define a Macri como político es su tendencia al discurso esperanzador, digno de los mejores pastores evangelistas que salen en cualquier canal televisivo de aire en la trasnoche. Macri y su equipo político manejan un lenguaje simple, que intenta la conciliación y vende un futuro de manera alentadora, exigiendo para ello el apoyo unánime de todos los argentinos.
Apunta constantemente a desideologizar el debate político, y aún peor, a neutralizarlo. En sus discursos no encontraremos referencias legales ni políticas, tampoco llamamientos al pueblo o a los trabajadores de manera pasional (al estilo peronista), sino una invitación a formar parte, a pertenecer, aunque sea solo una figuración.



Lo que llamó la atención de este "político distinto" es la visualización de visitas a vecinos de todos los puntos del país. La estrategia incluso fue, por momentos, visitar a quienes lo invitasen a su hogar.


Sin dudas, el acierto comunicacional de su discurso amigable y simple llegó a las bases de los ciudadanos que no estuvieron contentos con las políticas oficialistas durante los últimos doce años. Criticó fuertemente  las medidas kirchneristas emblema, como la estatización de YPF, que en campaña presidencial defendió a capa y espada, junto a medidas como la AUH y Anses.





La estrategia discursiva se basa en evadir los temas incómodos, como los recortes, despidos y enfriamento de la economía, a través de la empatía generada con sus frases dignas de Paulo Coelho. El mismo actual presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, explicaba en Estados Unidos cuales eran los consejos de Jaime Durán Barba.



Pueden rememorar la campaña acá.



Mauricio Macri, con un libreto guionado (como todo político), y un gran manejo de las cámaras, asumió con un discurso que dejó más preguntas que respuestas.



Seguime, Retuiteá y pone Me Gusta


Además del apoyo mediático, fueron las redes sociales las que catapultaron al por entonces Jefe de Gobierno al sillón de Rivadavia. A través de fotos, mensajes y constante actividad, las cuentas de Mauricio Macri son las protagonistas principales de la comunicación del presidente, al contrario de la anterior mandataria, Cristina Fernández, que utilizaba las cadenas nacionales para dar a conocer obras y medidas, ya que sostenía ser atacada por los medios opositores.

Macri y su equipo supieron canalizar el descontento de la ciudadanía disconforme con la corrupción, autoritarismo, la supuesta mantención de vagos y ñoquis, la inflación galopante y el notorio fraccionamiento social entre los que apoyaban al kirchnerismo y los que no. Mauricio no es un político con muchas adhesiones propias, es decir, quienes lo eligieron, en su mayoría, lo hicieron por ser la alternativa al poder político que durante doce años gobernó a nuestro país.

En las primarias, donde el voto puro de cada candidato definía las candidaturas, Macri logró un 5 millones y medio de votos. En las elecciones definitorias de octubre, se acercó a Daniel Scioli con 8 millones 600 mil personas que colocaron su boleta, ante las más de 9 millones y 200 del candidato peronista.


 El salto puede deberse, en gran medida, no solo a la estrategia comunicacional de empatía que describimos, sino también al escenario generado de posible ballotage, que movió al descontento con el kirchnerismo que votó a otras listas en las Primarias a elegir al candidato con mejores resultados en las encuestas para enfrentar a Scioli, que además, se mostraba alejado del peronismo, sector natural del kirchnerismo (por más diferenciación existe, Massa y Scioli se adjudicaban ser representantes peronistas).



En la primera segunda vuelta electoral de la historia argentina, Mauricio Macri venció al oficialista Daniel Scioli por el margen de 500 mil votos.



Mauricio Macri, a través de sus constantes apariciones mediáticas, su participación en los dos debates de Argentina Debate y su estilo juvenil y amistoso con la prensa (de canales privados), sumó muchos puntos para influenciar al más del 60% que expresó en las primarias su descontento o falta de apoyo al kirchnerismo. Su estrategia de redes sociales, con actividad constante, hizo que hasta el mismo equipo de Daniel Scioli se replantee su comunicación.

Las cuentas de Mauricio Macri en las redes sociales más utilizadas por los argentinos tienen números aplastantes: casi 4 millones de ME GUSTA en Facebook (contra 2 millones de Cristina Fernández), 2.58 millones de seguidores en Twitter (ante la comparativa de más de 4 millones de la ex presidenta, cuyo medio preferido era la red social del pajarito) y 569 mil seguidores de Instagram (hoy, 9 de febrero de 2016, Daniel Scioli publicaba hace sólo 14 semanas en esa red social, en la que cuenta con poco más de 50 mil seguidores).


La "militancia" 

Como decía al principio, ¿cómo es posible que un partido sin militancia territorial en comparación al enorme aparato radical y peronista logré atraer tanto la atención de la clase media y de los sectores populares?. Aquellos descontentos con el anterior gobierno, se encargaron de compartir y viralizar imágenes de apoyo a Macri, en comparación con medidas y contradicciones del kirchnerismo (aunque muchos de ellos incomprobables). La sensación de cambio impregnó las redes sociales con la esperanza y encolumnamiento de la mayoría de los usuarios de redes sociales, donde se mostró la superioridad del candidato del Pro.



Antonia y Juliana

 

Tal vez la más jugada de las medidas tomadas por el equipo propagandístico amarillo fue la elección de hacer hincapié en la pareja y la hija del candidato porteño. Juliana Awada, sumamente reseñada en sus primeros días como primera dama, y noticia por hechos cotidianos, forma parte del sostén mediático de la imagen del nuevo presidente.

Así como Máximo y Florencia Kirchner aparecieron como protagonistas de noticias escandalosas, Antonia Macri es también protagonista, pero de todo lo contrario. Es la carta de ternura ante la opinión pública, puesto que es una pequeña sin otra actividad en el mundo que jugar con su padre, a veces con malas consecuencias.



Mauricio Macri es un presidente que debe enfrentar casi a diario, en su mes y medio de gobierno, protestas en diversos puntos del país, por las medidas tomadas en su presidencia. Sin embargo, en el mundo virtual y mediático, está respaldado por un contingente importantísimo de usuarios que constantemente comparte comentarios favorables y lee las noticias agradables de su vida personal, que se encuentra pasivo ante los sucesos políticos y sociales del "cambio". La verdadera militancia de Macri no está en las calles, sino en Facebook, Twitter e Instagram. Y por supuesto, en las redacciones de algunos medios.

Nicolás Leoni.