Los comicios del 25 de octubre marcaron un fin de ciclo múltiple: se acabó un estilo de gobernar. Sería demasiado terco pensar que esto es una casualidad, puesto que una gran parte del electorado terminó por sepultar la idea de que un líder debe dividirnos entre NOSOTROS-ELLOS, entre PRO-ANTI, y fomentar una grieta que se torna insoportable, presente en medios de comunicación, líderes de opinión y hasta en mesas de familiares y amigos. Me permito leer este resultado como un tirón de orejas muy fuerte al exceso de personalismo, al despotismo por parte de un oficialismo sesgado por el poder.
Concuerdo con políticas claves del gobierno comandado por Néstor Kirchner de 2003 a 2007 y por su continuadora, Cristina Fernández, la mujer más influyente de la historia argentina, sin dudas, que desde 2007 hasta diciembre de 2015 será titular del Poder Ejecutivo. Repito, por si no quedó claro, concuerdo, simpatizo, me gustan varias medidas claves como la Asignación Universal por Hijo; la ley de Matrimonio Igualitario; el Impuesto a las Ganancias (de manera teórica, no como está siendo implementado hoy); los planes sociales destinados a fomentar el consumo y ayudar a la clase media y baja a conseguir objetivos como casa propia (Procrear), compra de bienes (Ahora 12) y esa índole; reformulación del Código Civil y Penal creado en el siglo XIX; recuperación de la conciencia sobre el papel de los medios de comunicación en su impacto en la sociedad; desendeudamiento ante el Fondo Monetario Internacional; alianza estratégica con países emergentes como China y Rusia; fortalecimiento de relaciones de bloque MERCOSUR; intervención del Estado en el mercado y formación de precios; medidas de pesificación de la economía y restricción cambiaria; y otras tantas medidas que a mi criterio siguen una línea de gobiernos populares (tomando como referencias las presidencias de Yrigoyen, Perón, Frondizi, Íllia, Alfonsín) que establecieron socialdemocracias con tendencias reformistas hacia la clase trabajadora. Hasta ahí, me siento identificado con las medidas tomadas, en materia teórica, concordamos perfecto.
Pero existe una manera de ejercer el poder por parte del régimen actual, que recrudeció desde el primer gobierno cristinista, que me impide sentirme identificado con el colectivo que llaman "kirchnerismo", desde siempre, no solo desde ahora. No tolero por cuestión personal la mitificación y alabanza a los líderes, no me gusta el personalismo, aunque destaque aciertos y errores posibles de presidentes y dirigentes, el personalismo y endiosamiento, la creación de un relato que marque como única opción posible la vía actual es un error, a mi humilde criterio, de planteo democrático. Creo que es una falla pretender que una parte mayoritaria del electorado se identifique con una única fuerza que se haya dogmatizado a lo largo de estos años, a tal punto de hablar de un "kirchnerismo puro" en 2015, que no permite sobrepasar los 40 puntos porcentuales en una elección. Hay un amplísimo espectro de personas "independientes", "progresistas", "radicales progresistas", "alfonsinistas", "izquierda", "comunistas", "marxistas", "troskistas", "humanistas", y tantas etiquetas como ideologías posibles, que no son de ninguna manera parte de un armado partidario, ni lo serán, al menos no se sienten identificados con una opción que a través del tiempo se perpetuó minimizando progresivamente la acción de aquellos "no puros", de aquella transversalidad que dio origen al kirchnerismo, como podemos llamarlo.
El estilo recrudecido, confrontativo, combativo, de esta última parte de Cristina, generó rechazos y grietas que durarán en sanar. Un mes no es suficiente para que el electorado descontento con esto vuelva a confiar en quien supo mantener un 54% en todo el país. Miento, en realidad, lo que el kirchnerismo representa bajo la figura de Scioli no es interpretado como la única y mejor opción (como lo fue en 2007 y 2011). De alguna manera celebro que las encuestas hayan fallado por todas partes, por que implica que el electorado no sigue estas tendencias al pie de la letra y actúa por sus propias razones, eso es una victoria, sin dudas.
Me llama la atención que una figura tan cambiante, oportunista e insulsa como el principal candidato opositor, conmueva, emocione y hasta genere adhesión por parte de un interesante cupo electoral. Mauricio Macri, con todo su pasado y presente, con gestiones sobredimensionadas en el distrito más rico del país, ideas guionadas y sin propuestas claras (sino enunciados varios), captó este descontento de manera efectiva y fiel. La explicación puede ser mucho más amplia que lo esgrimido en los anteriores párrafos, pero creo que el kirchnerismo pierde esta parte del electorado (y quien sabe si el balotaje también) por este último ciclo: no hay que echar culpas en vano. La grieta, forjada por una puja entre gobierno y grupos mediáticos, terminó por descentralizar el fin que tiene un Estado en pos de incluir y generar consensos, por supuesto no con todas las partes, pero que en sus comienzos y hasta mediados de década logró representar a una mayoría de la población.
Es muy fácil estar acá sentadito escribiendo y criticando. Se han hecho muchas cosas buenas, pero no podemos dejar pasar por alto que hemos perdido calidad institucional a la hora de hablar de división de poderes, donde practicamente el Congreso fue hasta este momento una escribanía, por el quórum propio. La líder del movimiento no interpretó ni continuo la transversalidad fundacional del mismo, y terminó por alejar a amplios sectores progresistas, partidarios o no. La desastroza política energética que nos hace aún a esta altura dependientes de represas como Yaciretá (Paraguay) y otras, por las que si no podemos generar mayor energía, no se puede apostar a un mayor desarrollo. La mineria contaminante y el agrocultivo comandado por Monsanto, temas jamás tocados de manera crítica por medios ni gobierno. Se hicieron visibles acciones imperdonables de corrupción, sumados a un desgaste temporal de estas formas, que tornan complicada la recuperación (aunque no imposible), de este proceso político en pocas semanas.
Mi sentimiento es ese. Esto es un descargo. Es un gracias, es un reconocimiento, es un análisis de formas, de hechos, de impresiones. No adjunto ni una sola cifra, no por vagancia ni falta de exhaustividad, sino que no es mi objetivo en este momento.
Me da miedo lo que nos queda en el futuro con un gobierno proclive a la tendencia neoliberal. No me avergüenza decirlo, porque es mi verdad, es lo que me pasa en este momento, en donde valoro la socialdemocracia que nos depósito en una situación relativamente estable a nivel social y económico, con cuentas por saldar y errores para corregir, y mucho trabajo por delante, pero que no se puede menospreciar desde ningún punto de vista.
Mi postura es de una preferencia por la socialdemocracia, intervención del Estado, capitalismo (más o menos...) de Estado, república (división de poderes, no el disco rayado que repite Lilita Carrió) y pluralidad. Creo que lo hemos conseguido, pero tenemos muchísimo trabajo por delante para no descarrilar y no tirar por la borda lo que considero han sido avances en diferentes materias. Desde mi lugar, que puede ser de ciudadano, militante de la democracia, de algún partido o movimiento, de ideología, de lo que sea, voy a velar por estos ideales.
Por supuesto que respetaré siempre la decisión del pueblo. Pero quiero que sea una elección real, positiva, no un voto al descarte.
Creo que Argentina y las conquistas sociales que ganamos en 200 años dependen de su gente, de su pueblo, de los de a pie, de nosotros, no de ningún partido ni político. Es imprescindible tener esto en nuestras mentes por el resto de nuestras vidas.