"Hasta cuándo esperamos declarar nuestra independencia. ¿No le parece a usted una cosa bien ridícula, acuñar moneda, tener el pabellón y cucarda nacional y por último hacer la guerra al soberano de quien en el día se cree dependemos? ¿Qué nos falta más que decirlo? Por otra parte, ¿qué relaciones podremos emprender, cuando estamos a pupilo? (...) Ánimo, que para los hombres de coraje se han hecho las empresas." José de San Martín. Carta al Diputado por Mendoza, Godoy Cruz. Mendoza, 12 de abril de 1816.
200 años de la
decisión de la burguesía del Virreinato del Río de la Plata para emanciparse
del gobierno realista, ante la debilidad de la corona española, tambaleante
entre la ineptitud de José Napoleón (hermano del petiso) y Fernando VII. 200
años del comienzo de una guerra civil que aunque dicen se terminó, se sigue
peleando todos los días, ya no con armas de fuego, sino con la hegemonía: con
el manejo de la comunicación, la historia, la educación, el capital, las
tierras.
Dando el golpe en
1810, pasando por la formalidad de 1816, tomando por primera vez constancia en
1853 y afianzándose desde 1880, se intentó forjar una historia común, una
historia nacional, por supuesto inventada, para homogeneizar a la basta
población proveniente de Europa, que se mezcló con los criollos, y juntos
hicieron desaparecer al originario, sin ahorro de sangre ni violencia, y aún lo
siguen haciendo.
El sueño de Belgrano
era una vasta nación en el que la monarquía inca recobre su papel de gobierno
originario, y se mezcle el criollo, el indio, el mestizo, el porteño, el
oriental, el paraguayo y el trasandino. Perdón Manuel, perdón de todo corazón.
El anhelo de San
Martín era ser una Patria grande, que reúna a todos los que tenemos la misma
sangre y sueños, bajo el mismo cielo y con nuestro sur como norte. Perdón José,
mil perdones.
Un país con potencial
para alimentar a todos sus habitantes, con tierra suficiente para albergar a
millones y millones de personas, que al día de hoy simplemente aloja 14
habitantes por kilómetro cuadrado.
¿Qué festejan? A cada
proyecto reformista le cortan la cabeza, lo demonizan y tiran a la basura, en
ciclos de lustro o década, vamos cambiando de modelo cada 5 o 10 años en
promedio, y así no se puede. Es hora de plantear un modelo de país, inclusivo,
con posibilidad de redistribución de la riqueza y en el que todos tengamos
oportunidades de desarrollarnos.
La historia está en
cada uno de nosotros. Invito a mi generación, que tiene ¾ de su vida por
delante, a que demos vuelta el mapa.