Teniendo en cuenta que mis consideraciones se dan desde la
recepción y análisis de información que nos llega por medios de comunicación de
diversa índole, y sin tener la posibilidad de estar en el lugar de los hechos y
realizar una profunda investigación y valoración, propongo compartir algunos
datos y opiniones referidas a la situación política y social de Brasil en estos
momentos, con su permiso:
En 2013 nos llegaron noticias de levantamientos populares en
contra de las gestiones del Partido de los Trabajadores (Lula y Dilma) en
Brasil. Esas protestas, tenían reclamos referidos a la suba de las tarifas de
transporte público, pero a medida que tomaron notoriedad, ganaron otras
reivindicaciones, como mayores inversiones en la salud y la educación pública,
y críticas a los elevados gastos del Gobierno para organizar eventos como el
Mundial de fútbol de 2014 y los Juegos Olímpicos de este año. (1)(2) Se podría
inferir que Brasil era una potencia en vías de desarrollo con infraestructura
de tercer mundo, utilizando los términos que tanto detesto pero que permiten
aclarar la imagen a la que quiero llegar. Un país con una enorme capacidad
productiva, población y necesidades, que no cuenta con el nivel requerido para
un correcto y eficaz funcionamiento de servicios públicos y necesaria
infraestructura.
Una década antes, Brasil había elegido mediante voto popular
a un activista antiguamente tornero, que creó el Partido de los Trabajadores:
Luiz Inácio Lula da Silva. Recibió un país endeudado, luego de una nefasta
década de endeudamiento y falta de inversión (los noventas argentinos fueron
replicados en el país vecino). “Lula” (como le dicen cariñosamente) decidió
establecer un gobierno atento a las millones de personas excluidas
históricamente por el Estado, los más necesitados, balanceando su gestión entre
ser un abanico para las clases bajas sin sacar el ojo del balance total entre
gasto público y control de la inflación, reclamos de los sectores acreedores de
deudas. (3)(9)
Copio textualmente: “Al concluir su segundo y definitivo
mandato cuatrienal, un balance positivo, fausto de hecho, se imponía: en esos
ocho años, Brasil había experimentado un robusto crecimiento económico
acompañado de estabilidad financiera más un avance histórico en el terreno
social, con millones de ciudadanos rescatados de la pobreza y aupados a las
clases medias con poder adquisitivo gracias a los programas de providencia del
Gobierno. (…) En su agenda pragmática confluyeron los ajustes promercado, la
consolidación fiscal, las grandes actuaciones de desarrollo social y apuestas
estratégicas, no exentas de polémica, como los biocombustibles y los
transgénicos”. (3)
Entre 2002 y 2010 el país había ascendido de la
decimotercera a la séptima posición en el ránking de las mayores economías por
PIB nominal. Brasil era una nueva potencia emergente, y forma parte del BRIC
(Brasil-Rusia-India-China). (3)(4)(5)(6)
Por supuesto, no todo es color de rosas: las medidas que
tomó el presidente fueron duramente criticadas por los sectores sociales y
empresariales más conservadores, cuyo descontento se hizo eco por los medios de
comunicación del monstruo sudamericano. O Globo (el multimedio más grande de Latinoamérica),
que hace pocos años reconoció sus vínculos con la dictadura militar brasileña y
su connivencia con los diversos sectores golpistas (existen documentos
desclasificados del gobierno estadounidense que testifican lo dicho), a la
primera de cambio le marcó los puntos al gobierno popular del PT, con
editoriales contrarias a las gestiones de Lula y Dilma y un constante sesgo en
el análisis, que pasa de ser crítico a peligrosamente tendencioso (7), como lo
que pasó ayer: se filtró una conversación privada entre la Jefa de Estado y el
flamante Ministro de la Casa Civil. (8) Este proceso de ataques mediáticos se
replicó en otros países de la región, como Argentina, Venezuela, Chile,
Uruguay, Bolivia y Ecuador, donde se vislumbra una doble moral a la hora del
análisis y la valoración sobre actos de gobierno y funcionarios públicos.
El gobierno del PT en Brasil, a pesar de lograr avances
sociales moderadamente beneficiosos y mejorar la calidad de vida de la
totalidad de la población, favorecer el posicionamiento político-económico de
Brasil y generar un camino de estabilidad financiera, vio matizadas sus
acciones con numerosas causas de corrupción, de las cuales es sin dudas el Caso
Petrobras el que hace tambalear las bases del relato petista (referido al
Partido de los Trabajadores, por sus siglas). (10) En general, la Justicia está
develando un complejo entramado de relaciones de coimas y favores entre
contratistas, inversores, financieras y
políticos, en donde suenan las mismísimas figuras de Dilma Rousseff y Lula Da
Silva. (11)
El desgaste propio de un gobierno de 15 años, los casos de
corrupción, el fogueo mediático y la incipiente insatisfacción de los sectores
de derecha (desde moderados hasta extremistas) generan que en este momento
estemos hablando de una crisis política grave en el país limítrofe. Se suman a
estas variables, el hecho de que el precio de commodities y petróleo se
encuentran en baja, y por lo tanto, impactan negativamente en el crecimiento y
estabilidad de la economía nacional, por lo que el gobierno de Dilma desde hace
unos dos años aproximadamente decidió ir en contra de los hechos de Lula y
llevar adelante un plan de ajuste que implicó recortes salariales, despidos,
recorte de subsidios y una serie de medidas antipopulares que golpearon a los
sectores excluidos, que estaban vagando entre la clase baja y la clase media, y
volvieron a deteriorar su histórica situación por dicho accionar gubernamental.
(12)(13) Desde el PT gobernante,
asumieron que el ajuste fue llevado adelante no solo por bajo crecimiento,
desequilibrio externo, amenaza inflacionaria y deterioro de la situación
fiscal, sino también por la fuertísima presión de los sectores neoliberales que
amenazaban contra la gobernabilidad del primer mandato de Dilma, y cuyas denuncias
hoy exigen el “impeachment” (juicio político) a la presidente. (14)
El Poder Judicial, que desde la teoría debe controlar a los
demás poderes y entre ellos regularse mutuamente, está en una situación de
confrontación directa contra el Poder Ejecutivo. La última jugada directa fue
la imposición de una medida cautelar que impide que el otrora presidente Luiz
Inácio Lula da Silva sea erigido Ministro de la Casa Civil (Jefe de Gabinete)
(15).
El juez que impide que Lula sea ministro, estuvo en las manifestaciones Anti-Dilma en estos días. Publicado por el mismísimo diario O Globo, como para que tomemos dimensión del nivel de crispación (22).
Me doy la licencia de hablar de “confrontación”, puesto que hay denuncias
del sector oficialista por “golpe blando” (16) por parte del sector judicial,
proceso similar al que denunció Cristina Fernández durante sus últimos meses de
presidencia en nuestro país y que incluso, por el mismo medio que hoy impiden a
Lula ser ministro, vio concluida su segunda gestión desde una decisión judicial
(el fiscal Di Lello dio lugar a la cautelar de CAMBIEMOS para que CFK concluya
su mandato a las 00 horas del 10 de diciembre de 2015). (17)
En medio de todo esto descrito anteriormente, están los 200
millones de brasileños que se encuentran entre la espada y la pared. Algunos,
los muchos favorecidos por las políticas intervencionistas de las gestiones del
PT, están en la disyuntiva de protestar por mejoras y esclarecimiento de los
casos de corrupción o apoyar indefectiblemente al gobierno. Los sectores más
conservadores (podríamos hacer hincapié en las poblaciones altas y medias
citadinas de Rio, Sao Paulo, Brasilia, Belo Horizonte y Curitiba, entre las
muchísimas otras ciudades) reclaman la dimisión urgente de la presidente y
juicio político a los referentes del oficialismo, mezclando reclamos que están
basados en certezas y sospechas fundadas junto a consignas extremistas como el
pedido de auxilio a las fuerzas armadas brasileñas y a los Estados Unidos para
realizar un golpe. (18) (19) (20) (21).
Como comunicador, periodista
y consumidor de medios de comunicación masivos, humildemente confío en
que el rol de los difusores de información es clave para la generación de este
tipo de juicios populares. Si en los siglos XIX y XX la lucha eran los medios
de producción, hoy, en pleno siglo XXI, la lucha es también por los medios de
comunicación.
El inconsciente colectivo, la formación de interpretaciones
masivas y las verdades poco certificadas son fruto de la inconmensurable
evidencia: los medios son formadores de opinión y en esta época de la historia
pueden deponer a un gobierno o hacer llegar a cualquiera a la cima política.
Generamos discordias y algunas veces la enjundia subjetiva puede partir a las
sociedades en dos o más franjas enfervorizadas de cólera, como está sucediendo
en nuestro país y en Brasil. El objeto del periodismo es la crítica, análisis e
interpretación, pero de ninguna manera debería ser utilizado como motor de
favores entre distintos sectores, y menos para un golpe.
Por lo pronto, queda seguir observando muy de cerca los
acontecimientos que nos ofrece el país vecino, y seguir alegando una verdad
absoluta de la que me hago responsable: NUNCA MÁS.
Que la resolución de este conflicto sea lo más
constitucional y transparente posible, y evitemos la utilización de la fuerza
para la toma del poder. No queremos imposiciones exteriores ni intromisiones
indebidas. El pueblo quiere saber de qué se trata, siempre, pero para eso
necesita de nuestra responsabilidad como comunicadores y ciudadanos
comprometidos en búsqueda de la verdad.
Enlaces externos que sirvieron para tomar un pantallazo general:
(22) http://blogs.oglobo.globo.com/lauro-jardim/post/o-juiz-que-suspendeu-posse-de-lula-curtia-o-movimento-brasil-livre-e-o-proprio-lula-no-facebook.html