Las sociedades tienden a reflejar a pleno sus valores y
desvalores en las acciones cotidianas, en eso de todos los días. La violencia
existente, las ideas dominantes, los prejuicios, la felicidad, la tristeza, el
materialismo, todo ello toma forma en nuestros comportamientos diarios, de la
forma más evidente posible.
Una sociedad organizada y madura, respetuosa y
desprejuiciada, con un gobierno acorde, es capaz de debatir temas tabúes y con
la altura necesaria (altura no implica soberbia). Uruguay es capaz de
reglamentar el consumo de Cannabis sin ningún tipo de inconvenientes morales,
por ejemplo.
¿A que llamo cotidianeidades? A los hechos diarios que
marcan agenda y ritmo de vida en las masas, como los eventos políticos,
mediáticos, policiales, deportivos, de entretenimiento.
El fútbol, por ejemplo, es un infalible termómetro y espejo
social. No hablamos simplemente del juego, sino de lo que lo rodea. Hablamos de
las manifestaciones que produce, el lugar en los medios, el comportamiento del
público, el engranaje detrás del show, las políticas de estado que lo cubren.
¿Viste? La pelota es lo que menos importa algunas veces. Tomemos por ejemplo a
nuestro país, para que ir tan lejos si podemos contextualizar con lo nuestro…
Argentina tiene actualmente 42 equipos en sus dos primeras
categorías, de los cuáles en la Primera División, 14 de 20 equipos pertenecen a
la Provincia de Buenos Aires (tomando Provincia y Ciudad Autónoma), un 70 por
ciento.
En el “Nacional B”, 11 de los 22 equipos participantes pertenecen a
Buenos Aires (tomando Provincia y Ciudad Autónoma), la mitad.
Estamos hablando
de una clarísima preponderancia de equipos que pertenecen a la provincia de
Buenos Aires, que a su vez es la más poblada (15.625.084 de habitantes, según
datos del 2010 y sin contar la Ciudad Autónoma), la mayor en superficie (307.571 kilómetros
cuadrados, sin contar C.A.B.A.), y la que mayor porcentaje de Coparticipación
Federal recibe, con un excluyente 21.3% (imagine que segundo se encuentra Santa
Fe, con el casi 9 por ciento). Estas pocas pero claras estadísticas básicas nos
permiten conformar una idea de qué parte del país predomina tanto en fútbol
como en la vida diaria. Primer paralelismo fútbol-cotidianeidad: Buenos Aires
tiene grandísimas diferencias con todas las demás provincias. En fútbol, en
repartición económica, en la diaria.
Políticas de Estado. En este sentido podemos tomar muchos
proyectos que vaya uno a saber si se cumplen o no, dicen (las propagandas
políticas) que existen. Hablo de refacción, ayuda económica, esponsoreo a
clubes pequeños de cada localidad, etcétera. En este caso prefiero centrarme en
uno de los estandartes del Kirchnerismo, que es el Fútbol Para Todos. El
programa impulsado por Néstor tuvo en principio (actualmente, ¿tiene?) como
propósito apropiarse de las transmisiones de los partidos de fútbol de primera,
sacarle la enorme torta de dinero que ganaban los canales codificados y
servicios de televisión por cable, para capitalizar éstas ganancias a favor del
Estado, y manejar su difusión, además de otorgar una importante repartición lo
más proporcional y equitativamente posible a los clubes participantes.
Según
conseguí datos del 2013, el fútbol se reparte en tres grandes grupos de
equipos:
En Argentina, la división se realiza por la televisión y la
AFA (Asociación del Fútbol Argentino), de acuerdo con el número de hinchas,
número de transmisiones y de la audiencia de televisión. En total los $ 415
millones se repartirán así:
Grupo I:
11 millones de
dolares (30,6 millones de pesos): River Plate y Boca Juniors.
Grupo II:
8 millones de dolares
(23,1 millones de pesos): Independiente (aún en Primera), Racing, San Lorenzo y
Vélez Sarsfield.
Grupo III:
5 millones de dólares (16,9 millones de pesos): todos los
demás clubes de primera división.
Fuente: Futebol
Finance; AFA.
Estamos hablando de diferencias abismales entre los
preferidos por el que reparte y los gatos locos del Interior. Ejemplos
prácticos: Independiente, con una deuda multimillonaria en dólares, campañas
sumamente pobres y al borde del descenso que efectivamente se concretó ese
mismo año, y con todos los problemas institucionales y contractuales que tuvo
(con exjugadores y exentrenadores, a los que les debe incluso hasta hoy),
cobraba una porción de 23 millones de pesos argentinos.
En las antípodas, clubes como Belgrano de Córdoba o Godoy
Cruz de Mendoza, cuyas presidencias son frecuentemente resaltadas por su
eficiencia, sus “pies sobre la tierra”, grandes campañas con poco presupuesto y
todas las cuentas al día, recibieron la suma de menos de 17 millones de pesos
argentinos.
Claramente, la política de Estado sigue favoreciendo al
poderoso, ya no desde las canchas, o desde la gestión eficiente y cuentas
claras, sino desde el otro lado de los escritorios, desde el poder monárquico
del fútbol, que también se refleja en la realidad cotidiana. Segundo
paralelismo Fútbol-Cotidianeidad.
La violencia del fútbol es un tema que resurge cada vez que
casos de nuevos mártires son tomados por los medios. El tema ronda una semana,
con suerte, en los medios masivos, y rápidamente se disipa viéndose opacado por
los resultados de la semana siguiente. El debate dura lo que dura la noticia. Y
los muertos van, y van.
“La violencia” generaliza tanto los episodios de asesinatos
en plena cancha, como los que tienen que ver con el manejo de capitales en el
fútbol, las manifestaciones de intolerancia, todo, metamos todo en la bolsa.
Los barra bravas, detestables sujetos que no tienen más que
desamor por “sus” colores, son resaltados por la sociedad en general como “los
que le dan la pasión a los estadios”. Mentiras. Éstos delincuentes, mafiosos,
son un enjambre de maleducados e inadaptados sociales que son incomparables
hasta con los hombres de las cavernas, quienes seguramente tendrían más
pensamiento crítico y sentido común que éstos bárbaros.
El barra brava tiene
como sustento la acción de ir a las canchas a sembrar el miedo, a manejar
grupos de gente, a orquestar la popular, a cobrar estacionamientos por medio de
súbditos, a manejar el mercado de drogas, armas, y muchos casos carnets de
socios y entradas, dentro del estadio… en fin, es el que maneja los hilos de un
entramado sumamente poderoso y fuerte, que está bancado por los de arriba. El
presidente de turno del club X, es un muñeco más de las ambiciones, contactos y
poder de los verdaderos poderosos. Muchos cobran sueldos y son conocidos en
A.F.A., otros en el Congreso, otros en gobiernos provinciales, y otros, en la
Casa Rosada. Fíjense quién es el presidente del Club Quilmes de la Provincia de
Buenos Aires.
El poder, la mafia, la violencia. Está en la política, en la
vida cotidiana, y… otra vez, en el fútbol. Tercer punto de paralelismo.
Sigamos con la violencia, ya no tanto en el ámbito del
poder, sino en la manifestación popular. Un “boliviano”, no es aquel nacido en
Bolivia, cuya capital es La Paz, sino un “insulto” propinado por un hincha de
Talleres o Instituto a un hincha de Belgrano, o de un hincha de River a uno de
Boca, por dar un ejemplo. ¿Nunca nos hemos preguntado por que utilizamos un
simple gentilicio de un país vecino como insulto? ¿Por qué no utilizan
gentilicios como “francés”, “italiano”, “inglés”, y sin embargo utilizan los
términos “boliviano”, “peruano, “mexicano”?
El que utiliza un adjetivo gentilicio como insulto, es un
xenófobo e ignorante, pero también lo es en cierta medida quién lo toma como
insulto. ¿Qué tiene de malo ser “boliviano”? ¿Se pusieron a pensar que siente
un boliviano cuando utilizan su país como insulto?
La costumbre de culpar al extranjero es tan antigua como la
humanidad, y lastimosamente no parece aflojar en esta supuesta “modernidad”. La
xenofobia es uno de los peores males de la sociedad y demuestra la
intolerancia, el odio, la enfermiza sensación de que el otro es el mal. Muchos
líderes utilizaron éstas excusas para propagar sus propias falencias internas,
culpando al de afuera, sin modificar el sistema de su país. “Los inmigrantes
nos quitan el trabajo”, una de las mentiras más grandes del mundo. Jamás fue
así. En nuestro país, ésta lastimosa costumbre de xenofobia socialmente
aceptada y sistemática tomó fuerzas en la última dictadura y durante épocas de
hiperinflación, en el que los gobiernos adoptaron la postura de culpar
explícitamente al extranjero de todos los males que acechaban las economías
nacionales. Lo hizo Videla, lo hizo Menem, lo hizo Hitler, lo hizo Mussolini,
lo hizo Bush, lo sigue Obama, y lo seguirán muchísimos más, por que la
xenofobia es contagiosa y poderosa.
En la vida cotidiana, los niños en las escuelas critican y
se ríen del distinto. ¿Cómo esperar que no lo hagan en todos los ámbitos de su
vida? El fútbol, toma lugar otra vez, en el cuarto paralelismo con la
cotidianeidad: Xenofobia.
Podemos continuar, y podría estar hasta el fin de los
tiempos escribiendo y argumentando que el fútbol y los valores o desvalores de
la sociedad se ven interconectados, pero cada uno sabrá si le quedo clara mi
postura o no. Dense el beneficio de criticar lo establecido, incluso éste
inocente discurso.
"El fútbol es popular porque la estupidez es
popular" dijo alguna vez Jorge Luis Borges. Me permito humildemente
contradecir al escritor. El fútbol no es una estupidez, es una manifestación
popular. El fútbol y lo que rodea al deporte es un espejo de la sociedad.
Nicolás Martín Leoni